martes, 5 de julio de 2011

a mi el pie me da igual

Nunca miro con que pie voy a bajar de la cama. Probablemente tampoco me tomo el trabajo de esquivar un gato negro que se me cruza, ni evito pasar por debajo de alguna escalera.

Usan la palabra suerte, para referirse a una cadena de sucesos planeados o no, que terminan alineándose en algún momento y lugar.

Algunas cosas se dan, otras no. Muchas veces conseguí lo que me propuse, y otras sólo me vi con mis manos vacías.

Que siempre luché por lo que creí justo es algo que no puedo negar. Pero claro, la posibilidad de equivocarse en las decisiones para llegar ahí es inexorable.

Equivocarse, aprender, y volver a intentar.

Equivocarse, aprender... y volver a equivocarse.

Lo importante es aprender. Equivocarse es una consecuencia; y una mucho menos peligrosa que la consecuencia de nunca haberlo intentado.

Escucho hablar de confianza, seguridad, convicción... La realidad es que voy hacia donde mis valores me conducen. Y si bien nadie me muestra el camino, muchos me acompañan en él.

A veces me toca caminar solo, otras rodeado de gente, y muchas otras, solo entre la gente.

Algunos compartieron etapas en el viaje y se bajaron luego, otros siguen dejando su huella junto a mis pisadas.

Aparecen personas nuevas, nos regalan alegrías. Llevan y traen sonrisas, barren el polvo de las tristezas, y hasta hacen lugar para plantar nuevas decepciones si hace falta.

Uno siembra muchas de cosas a lo largo de su vida, y por mucho que se estudie el manual, la cosecha nunca es la misma.

El sevicio meteorológico emocional nunca le da a la tecla. Tocan días de viento fuerte, de esos en que se despeina la peluca, incluso algunas veces llueve a baldes de la puerta para adentro... y sin embargo otras tantas necesitamos de 3 o 4 corazones para poder guardar el amor que nos inunda.

Y no eso no es ciclotimia, es entender que pasan cosas todo el tiempo, de no ser así apenas podríamos percatarnos de que estamos vivos.

Nadie va a verse envuelto en una tormenta eterna, es una realidad, y mucho menos cuando hay personas que te ayudan a acordarte como era el sol, hasta que pasan las nubes y lo podés volver a ver con claridad.

Y la mejor parte del asunto es poder disfrutar de cada momento. Porque no es casualidad que las mejores sonrisas tengan lugar cuando la paleta de colores solamente tiene tonos de gris.

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